a single bullet loaded in each one

Corriendo contra el deadline, después de nueve horas de trabajo y dos del forro jipi y pajero mental de Kant en las honorables aulas de la calle Franklin -que queda mucho mejor, mucho más fino que decir de la calle Ramos Mejìa-, he decidido dedicar este post a la canción que más escuché en los último dos o tres años.

Digamos en principio que nunca fui demasiado fan de Pixies. Es cierto que tienen algunos de esos hits que te acompañan hasta la tumba, pero no es menos cierto que no se puede -no es humanamente posible- hacer discos en los que todos los temas sean tan buenos como Nimrod's song o Oh my golly! y eso era lo que, me parece, intentaban hacer los Pixies y siempre terminaba colándose un Gigantic o un Mokey go to heaven, temas que te dejan con esa sensación de esto ya lo escuché antes.

En cambio, en su etapa solista, o, lo que es casi lo mismo, acompañado The Catholics, este hacedor de maravillas llamado Franck Black o Black Francis, depende la época, parece haberse desprendido de esa urgencia hitera, lo que le permitió grabar discos más apacibles y aprovechar una escala rítmica, tímbrica y expresiva mucho más amplia.

De toda esta etapa de su carrera, el mejor disco es, por lejos, Dog in the sand. Y el mejor tema de ese disco es Bullet. Tiene una base sencillísima, casi folk, que es atravesada por el hipnótico martilleo de la guitarra de Joe Santiago, compañero de Black en Pixies y probablemente el mejor guitarrista yanqui de los últimos veinte años. La letra la narra un hombre que le encomienda a su hijo su rifle y sus pistolas, por si llega la Revolución. Eso sí: a single bullet loaded in each one. El resto es un delirio de este tipo en el que balbucea algo acerca de una llamada del valhalla y ciertos amigos del espacio exterior. Suficiente como para que me vuelva adicto. Así que después no digan que no les advertí.

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